miércoles, 9 de marzo de 2011

El mundo es de la gente activa

Beya Muakhar se encontraba de visita en Túnez, su país de orígen, cuando un joven compatriota llamado Mohamed Buazizi decidió quemarse a lo bonzo. Subido al humilde puesto de frutas que daba de comer a toda la familia, no solo prendió fuego a su propia humillación, sino también a los regímenes dictatoriales más antiguos y consolidados del mundo árabe. De este modo, se convertía en héroe inspirador de las revueltas que ya han tumbado los gobiernos de Túnez y Egipto, y amenazan el control de Gadafi sobre Libia. Desde la  muerte de Buazizi, nada es igual en el norte de África.
La tarde del pasado 17 de diciembre Beya, una traductora e investigadora para la UCM de 35 años, que lleva en España más de 10, tomaba un café en casa de unos amigos en Túnez capital cuando uno de ellos le preguntó: «¿Te has enterado de que un joven se inmoló esta mañana frente al ayuntamiento de Sidi Bouzid? El vídeo ya está circulando por Internet. Como Youtube estaba prohibido en el país, utilizaron «proxy», un servidor pirata,  para poder verlo.
Beya Muakhar en la manifestación pro-Libia del 6 de marzo


Impactada por lo que acababa de ver, Beya se dirigió a casa de sus tíos, donde también se hablaba de la muerte de Buazizi. Se hablaba en todos lados menos en la televisión, «porque estaba controlada por el Gobierno y, también, porque había inmolaciones casi todos los días, por lo que no se le dio importancia al principio». Sin embargo, algo estalló en Túnez. A partir de ese momento, Beya fue testigo directo de cómo la rabia y el dolor se apoderaba del pueblo tunecino, dando inicio a la cadena de protestas. «Fue algo totalmente inesperado, espontáneo. La gente estaba enfurecida, y esa ira, además, era alimentada por la Policía, que no hacía más que matar gente inocente».  Cuando regresó a Madrid, días después, Beya reunía en su cuerpo una mezcla de sentimientos: «Estaba feliz, pero también muy preocupada, porque conocía cómo se las gasta ese tipo de gobiernos, y su forma de actuar, sin piedad». Desde el inicio de las revueltas hasta que Ben Alí abandonó el país, Beya estuvo en contacto permanente con su familia y sus amigos a través de facebook y twitter.

Un ejemplo a seguir
Túnez reunía un coctel explosivo para su pueblo: corrupción, elevadas tasas de paro y una fuerte represión ideológica. Para Beya «fue esa represión, el no poder hablar libremente, el no disponer de prensa libre, el principal motivo por el que los tunecinos dijeron basta».  La censura en prensa se vendía al pueblo como «problemas administrativos en la aduana».

Beya considera que el papel de los jóvenes ha sido importante, pero no fundamental: «salieron a la calle con más rabia y menos miedo, pues no tenían nada que perder, pero el triunfo de las revueltas se debe sobre todo a la gran unidad que consiguió todo el pueblo, sin importar edad, sexo o estatus». Eissa Alsoweis es presidente de la Asociación de amigos de Palestina (Alcorcón), trabaja en IFEMA y es socio de un conocido restaurante en la zona de Embajadores. Coincide con Beya: «Las revoluciones que están sacudiendo el mundo árabe corresponden a un sentimiento de dignidad y su éxito reside en la participación de todas las clases sociales de cada país». Cuando charla con algunos amigos tunecinos que regentan comercios en la zona de Cuatro Caminos, Beya se sorprende al escuchar que «algo parecido debería pasar aquí también».
La atención sobre Túnez, con un nuevo gobierno y libre ya de dictaduras, se ha desplazado a Libia, país sumido en el más absoluto caos y que vive uno de los episodios más sangrientos en sus 42 años de régimen, con cifras que hablan de más de 6.000 muertos según una ONG libia. «Es admirable la forma en que el pueblo libio se defiende y resiste. Lo que necesita ahora es apoyo moral por parte de la comunidad internacional, no intervencionismo militar, ni de ningún otro tipo, sino ayuda para encontrarse a sí mismo y reconstruirse» asegura Beya.

La tunecina ha participado activamente en todas las manifestaciones celebradas en Madrid pidiendo la libertad para los pueblos oprimidos del mundo árabe: «Recuerdo con especial entusiasmo la concentración que se organizó en la Puerta del Sol en defensa del pueblo egipcio y que coincidió con la marcha de Hosni Mubarak del país. Los gritos de protesta se convirtieron en cánticos, alegría y fiesta». Estas manifestaciones fueron convocadas por sindicatos, plataformas de izquierda y asociaciones de vecinos como La Flor (Barrio del Pilar), lo que refleja el grado de compromiso que los ciudadanos, tanto árabes como españoles, han adquirido con la causa. Todos los que cada semana se manifiestan y alzan la voz exigiendo sus derechos parecen tomar impulso del viejo dicho árabe: «El mundo es de la gente activa».
La Flor está muy ligada a la Gaceta Intercultural, un proyecto de comunicación desarrollado por voluntarios de la Asociación Proyectos Humanistas del Barrio del Pilar. A través de esta publicación, jóvenes como Asma Rostom, una estudiante de medicina de padres sirios, expresan sus inquietudes sobre la situación en el mundo árabe.  

Atentos a Marruecos
La oleada democratizadora que ha estallado en el norte de África se extiende sin orden, de forma inesperada, pero bajo los mismos principios de libertad para los pueblos y de deseo de oportunidades para disfrutar de un futuro y una vida mejores. La comunidad marroquí también sigue con expectación el desarrollo de las protestas.
Saadia Benkhlafa es una politóloga marroquí de 30 años que llegó a Madrid cuando aún era una niña.  La joven considera que los ciudadanos árabes que viven en España tienen el deber de «apoyar la revolución, condenar las violaciones de los derechos humanos y el genocidio, y llamar a la solidaridad con esos pueblos, exigiendo al gobierno que se movilice». A diferencia de Beya, no muestra sorpresa ante el estallido de las protestas ni por los gobiernos que estas han tumbado: «Siempre hemos estado a la espera de una revolución que permitiese el cambio.  Los países árabes son una bomba de relojería que tarde o temprano tenía que explotar y este era el momento. No vamos a esperar la muerte del dictador para liberarnos. Llegó el momento de vencer al miedo».

Manifestantes pro-Libia en la Puerta del Sol






Los vientos de cambio han llegado a Marruecos. Sin embargo, existen distintas posturas sobre el tono de las protestas. El pasado 20 de febrero tuvieron lugar protestas en 53 ciudades del país, que pedían el establecimiento de una constitución democrática y la disolución del gobierno y del Parlamento. Sin embargo, para la comunidad internacional y gran parte del propio Marruecos, el país no se encuentra en una situación comparable a la de Túnez, Egipto o  Libia. Abdeslam Baraka fue ministro y embajador de Marruecos en España: «No nos podemos asemejar a regímenes militares o dictatoriales de partido único. Los marroquíes disponen de un alto grado de discernimiento que les permite optar por su propia metodología y decidir su nueva cita con la historia». La politóloga Benkhlafa coincide con Baraka: «El proceso democrático no se ha completado  debido a la corrupción del aparato político marroquí». Pero para el corresponsal en España de «Al Quds al Arabi», Houssine el-Majdoubi:  «Marruecos no representa ninguna excepción, pues también se ha contagiado de las revoluciones». Desde el punto de vista informativo asegura que le interesa especialmente «el papel que están desempeñando las nuevas tecnologías de la comunicación en la movilización de los árabes. Se trata de las primeras revoluciones gracias a Internet».

En una soleada tarde de marzo, Beya acompaña los gritos de los manifestantes que se  reúnen en la Puerta del Sol cada semana. “No más sangre, por petróleo”, “Gadafi, matando y el mundo mirando”. Son más de 50 personas entre libios, sirios, tunecinos o marroquíes. «Estamos más unidos que nunca. Es nuestro momento», dice. Y se funde en un gran abrazo con otros manifestantes.

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